Chela Parris



4/2/2018

Mi madre es una leona que ruge en la noche. Fue niña hija y asistente de una madre inválida que lavó sus pisos a ras del suelo, como lombriz, aireando la tierra fértil de la vida de mi madre-niña, cachorro crecido que levanta baldes liberándola de su reptar a los once años. Volvió la vieja leona a su silla, a descansar de arrastrar sus piernas inútiles. Mi madre ruge en la noche. Fue niña-mujer mi madre y cumplió con la suya hasta que murió la inválida que sostuvo a toda la familia, y entonces fue mujer-esposa mi madre que me parió. Mi madre ruge en la noche. No sé si hay un dios o un destino o es apenas una mierda el cuerpo que nos tiene. Ruge en la noche por un dolor que es más que la carne adolorida. ¿Acaso le duelen las piernas inútiles de la vieja leona a las piernas de mi madre? Mi madre ruge al ras de la noche su dolor y no tengo consuelo para darle.



11/2/2018

Ahora que duerme en la noche, descansa el oído de su lamento, la espalda de su peso y la casa toda de su lento arar sobre la vieja baldosa que sufre su paso apenas rozando el piso, leve de dolor y cansancio.
Ahora que duerme me asusto previendo el futuro. Su ausencia. Quisiera curarme ahora que todavía está, del maldito agujero que abrirá en mi corazón cuando se vaya.
Pero no es posible.
Luego de su ida sobrevendrá el dolor que dicen va desapareciendo con el tiempo. Quizás ese pueda ser un consuelo. Pero todavía no lo parece.
Que no termine esta noche en la que duerme plácida sobre su cama, que repita su trasiego de huesos de un lado a otro de mi casa cada mañana mientras busco como atemperar sus dolores, que no me deje todavía que ya empiezo a extrañarla.